viernes, 19 de junio de 2009

En este preciso instante revivo tu recuerdo, abuela querida y te pregunto: ¿Cuántos años van ya de tu partida?

Seguramente muchos más de lo que puedo recordar. Es que todavía te veo sentada en tu sillón mullido, especial para abuelos y abuelas, con tu bastón, como quien no desea ceder el mando. Tus ojos azules parecen irradiar un amor maravilloso, cada vez que me miras. Aún añoro cuando solíamos jugar a las cartas, o me llevabas con dificultad a la plaza donde solía jugar. ¡Cómo lograba soltarme de tu mano para trepar y tirarme por el tobogán más alto, con apenas tres años en mi haber .

Recuerdo tantas historias lindas de hechos que contabas una y otra vez, y hoy, de grande, germinaron en mí como persona adulta, por eso sé que de los dolores se aprende tanto, como aquella vez que estaba amasando para hacer pizzas y la masa me salió mal, entonces me dijiste sonriente:

-¡Es que echando a perder se aprende ¡……

Y en realidad es así, de tropiezos aprendemos, crecemos interiormente y ¡cuando no renegamos de lo malo que nos ocurre, nos sirve de experiencia para brotar con amor esos hechos, en nuestros corazones y también en el de los demás!

Ya hace muchos años que no nos acompañas físicamente, pero seguro que tu presencia vela por nosotros día a día.

¡Cómo me dolió esa ausencia repentina! Es que no creí que fuese así, ni tampoco ese día que tenías que partir, pero así te fuiste a un lugar del que no se vuelve. Quizá en algún momento de mi existencia deba seguir tus pasos, es que nadie es eterno, al menos en este mundo. Es bueno recordar tu carita franca de dicha, por el solo hecho de recordar, pues ambas solíamos disfrutar de tan linda compañía, cómplice eterna de mis aventuras. Solo a veces apareces en mi memoria en sueños que intento interpretar, como aquel en el que te veo serena y radiante, aún pese a tu edad. Ese mismo sueño lo he reiterado a lo largo de mi existencia, en diferentes oportunidades.

Te diviso con tu bastón a mi lado, las dos abrazadas de espaldas al espectador, que soy yo misma, ¡qué raros son los sueños! ¿Verdad? En este siempre te digo:

-Abuela, no se hace lo que usted tuvo valor de hacer.

Y siempre la respuesta es la misma.

-Aquí hay luz, aquí hay paz, aquí estoy muy bien.

-¿Cuándo vuelve abuela con nosotros?

-Nunca hija, solo a ti te ha de esperar un lugar junto a mí cuando sea tu partida.

Entonces me despierto sobresaltada y te has ido nuevamente, mas tu presencia la siento y presiento, has estado conmigo.

Seguramente el tiempo va a seguir transcurriendo, van a nacer nuevos abuelos y abuelas, para nuevas nietas y nietos, peor hasta el último instante de mi vida tu recuerdo y vivencia ha de existir en mí eternamente, porque has sido un pilar fundamental para que hoy pueda proseguir el camino de mis días. Por todo eso, gracias, abuela querida, y hasta siempre, tu nieta

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